Stella Artois, distinto país, la misma porquería.

Una de las tantas cervezas que tuve la oportunidad de probar en Bélgica fue la archiconocida Stella Artois. Que mejor oportunidad para probar la cerveza de la fuente misma, en este caso en su país de origen.

La cerveza Stella Artois proveniente de Leuven, Bélgica, es fabricada en argentina bajo licencia por Cervecería y Maltería Quilmes, ambas pertenecientes a InBev, y compite en el segmento Premium contra la marca Heineken.
Muchos se preguntarán ¿que es lo que quiere decir “Premium”?, bueno en principio y, en lo que refiere a la calidad del producto, debería tratarse de un producto 100% cebada, con los tiempos mínimos pero apropiados de fermentación y maduración, y mejores controles de temperatura en la línea de pasteurizado y algunos detalles que nos deberían garantizar un producto de mejor calidad. Ambas cosas están lejos de Stella Artois nacional. Pero acá no importa cómo y con que ingredientes esté elaborada la cerveza, lo que importa es el envase y eso es realmente lo que marca a una cerveza “Premium”. Así es, por más absurdo que parezca, el consumidor promedio argentino piensa que comprando cualquier variedad que tenga un envase de vidrio color verde se va a encontrar con un producto de calidad y nada mas alejado de eso. Lo que vamos a encontrar es seguramente un producto oxidado por golpe de luz y encima al doble del precio promedio.

Stella elaborada en Argentina

La Stella elaborada en Argentina se caracteriza por el amargor, un amargor profundo y metálico como si se tratase de un exceso de extracto de lúpulo. Una espuma voluminosa y pegajosa muy poco apetecible debido a generadores de espuma artificiales. Suamdo a ésto el clásico olor a zorrino por la oxidación del lúpulo por la botella verde. Lo único que podría rescatar es ese débil frutado propio de la cepa de levadura belga.

Stella elaborada en Bélgica

Ya en Bélgica por curiosidad decidí probar la “original”. La cerveza la consumí de forma tirada, por lo que me llamó la atención que no me la hayan servido en la copa típica de la marca y siguiendo ese rito absurdo de ocho pasos para servirla.
Más allá de esto la cerveza es tan horrible como la que fabrica Quilmes acá en argentina. Tiene ese mismo amargor remedioso y metálico, muy ligera y aguada, y ese gusto característico de la cepa de levadura belga. No quiero olvidarme de comentar que la versión embotellada viene en botella con vidrio ámbar, algo importante si queremos preservar el producto a mediano plazo.
Totalmente decepcionado con el producto. También me cuesta entender el por que una cerveza con un claro balance hacia el amargor es tan popular en Bélgica. Es sabido que las variedades belgas no se caracterizan por el amargor, además que la mayoría son de alta fermentación, pero la Stella rompe el esquema. Además también es distinta a las otras lagers belgas que competirían en el mismo segmento como Maes y Jupiler. Evidentemente hay mercado para todo, por mientras yo me quedo tranquilo tomando una Deleuze Dubbel.


Saludos!!